viernes, 1 de agosto de 2025

Entre luces y sombras

El claroscuro es una técnica pictórica correspondiente a la pintura clásica empleada para crear fuertes contrastes entre luces y sombras. Con ella los artistas del renacimiento y del barroco buscaban mostrar u ocultar, con mayor o menor intensidad, los volúmenes que conformaban la escena de sus respectivas obras. Así jerarquizaban la visual del espectador y le invitaban a una apreciación caracterizada por la disparidad de las claridades y sus consecuentes sensaciones de tensión y armonía.

Pero en otros contextos el claroscuro se afianza en su acepción de contradicción. En la yuxtaposición que implica la convivencia de elementos o actitudes antagónicas. Como la mezcla no controlada y efervescente de los rasgos de una persona. Cóctel que degenera en pensamientos y comportamientos disfuncionales. Condición que de no superarse atrapa al individuo en una especie de purgatorio en donde busca purificarse pues no encuentra como equilibrar sus angustias con sus alegrías. 

Encarcelado en un mal manejo emocional la persona puede perderse en un limbo de dificultades anímicas y conductuales que pueden conducirla a una mala gestión de todos los aspectos de su vida. Entre ellos el de la dicotomía de la responsabilidad.

La responsabilidad es un valor ético moral que se concreta por intermedio de la conciencia desarrollada de cara a las obligaciones contraídas y por la actitud de asumir las consecuencias de los actos propios. Implica la capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto y el apego por cumplir con los deberes que se derivan de la convivencia en sociedad. Está, por tanto, íntimamente relacionada con la toma de decisiones y la admisión de las resultas.

La dicotomía, por su parte, apunta a la tensión que surge entre la responsabilidad y su antónimo. Dinámica de disyuntivas que arrastra con su caudal a cada uno de los términos que definen a esa relación binaria. Pero esa dicotomía se hace aún más compleja cuando, en la misma persona, se presenta en algunos ámbitos y en otros no. Por ejemplo: muy responsable en el plano laboral pero irresponsable como padre.

Las personas perdidas en el laberinto de la irresponsabilidad son prisioneras de su propia dificultad para visualizar soluciones. Poco propensas a los sacrificios y con enormes limitaciones para tomar decisiones de alto impacto en su vida. Su incapacidad para generar una visión holística de su propia existencia les impide encontrar ese equilibrio y esa armonía que son requeridas para conciliar todas las dimensiones amarradas a su realidad.

Por ello, quienes caen, por ejemplo, en las telarañas de la paternidad irresponsable obvian el gravísimo impacto de sus fallos y omisiones. Someten a los hijos al abandono creando carencias afectivas y resentimientos. Afectaciones al desarrollo emocional y cognitivo. Inseguridades y deficiencias económicas. Todas desventajas en el proceso de desarrollo integral de los niños. Menores que, al ser adultos, sopesaran y sufrirán, consciente o inconscientemente, los costos a los cuales fueron sometidos durante la niñez. Ergo, desde las fauces de la irresponsabilidad se apuesta al peligro futuro. Solo el accionar de otro actor responsable les salvará de esa boca amenazante.

El irresponsable es, por tanto, un agente de perturbación social que altera el adecuado funcionamiento del grupo al cual pertenece. No aporta al bien societal y su actitud lo convierte en un ente que lejos de fomentar la cohesión y la colaboración la obstaculiza. Su conducta se transforma en un lastre para su individualidad y para el mundo que le rodea.  

El irresponsable omite que "el que vive en armonía consigo mismo, vive en armonía con el universo”. Pero más allá de ello olvida que entre sol y sombra no queda nada oculto. El claroscuro nunca será suficiente para mimetizar la realidad. Para contenerla, pues esta, cual burbuja que busca la superficie, siempre saldrá a flote. Por ello, las consecuencias de su actitud insensata siempre, pero siempre, le alcanzarán y le cobrarán.

Rembrandt, un insigne maestro del barroco, no solo empleaba el claroscuro para iluminar figuras y crear efectos dramáticos, sino para profundizar en la naturaleza y las complejidades de sus personajes… disonancias que apuntaban a los conflictos internos y externos… a las angustias y a las alegrías… a los claros y a los oscuros del comportamiento humano. Como las luces que residen en los valores éticos morales y las sombras de la tenebrosa irresponsabilidad.


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