miércoles, 23 de julio de 2025

Sigmund y las anguilas

En 1876, un joven Sigmund Freud viajó a Italia con la esperanza de resolver un enigma que frustraba a los científicos de la época: los testículos de la anguila. Al final, el imberbe Sigmund nada resolvió y la misteriosa vida sexual de este pez no se aclaró sino hasta 1922. Ese año se descubrió que los anguílidos europeos solo desarrollan testículos cuando parten en un viaje sin retorno hacia el sexo y la muerte desde los ríos del viejo continente hasta las saladas aguas del Mar de los Sargazos.


Al contrario que las anguilas, algunas personas poseen testículos…de más. O “bolas” como manda la cotidianidad criolla. El termino, en su sentido vulgar,  nutre a los diccionarios especializados en “venezolanismos” en cuyas paginas se identifican hasta 32 expresiones con el sustantivo “bola”. Su empleo, por  demás recurrente, es de amplio espectro y discurre desde la virilidad hasta las emociones más diversas.  


Por ejemplo…el ¡qué bolas!, en su acepción de indignación, para referirse al circo materializado en “quid pro quo” ideológico cuando la seriedad torna en payasada amante de la marginalidad y se pierde toda noción y/o capacidad para discernir entre lo irrelevante, lo necesario, lo importante o lo urgente. 


También tenemos el ¡tú si tienes bolas! o ¡este si tienes bolas!. Entendido como descaro y empleado en cuanto el sujeto de la expresión comete una torpeza que traduce ignorancia supina, lleva a cabo insípidas declaraciones que encierran sentimientos de resentimiento o ejecuta acciones perversas de hecho injustas y estériles de cara a los supuestos objetivos que persiguen.

Y qué decir del ¡hasta las bolas! que emerge en cuanto aparece la ridiculez y el irrespeto. Burla y reclamo de cara a la burda excusa que se profiere ante el hecho incuestionable de no haber cumplido con lo que se debía.

Sumidos en un incesante dolor testicular algunos están atrapados en un circulo vicioso en el que anidan absurdos, agravios y represalias. Sociopatías que son reflejos de fanatismos y cegueras, egos y visos despóticos. Primitivismos que desconciertan y conducen a la oscura caverna de las frustraciones. Personas perdidas en el marasmo de sus propias incompetencias y cuyo único objetivo (¡de bolas!) es la defensa a ultranza de su particular y oprobioso interés a cuesta de otros tantos que castigados, venidos a menos y trasmutados en desconcertado vulgo, descienden aceleradamente a estratos inimaginables.


En este mundo complejo muchas tierras prometidas se han convertido en terreno arrasado por la involución. En campos de desolación y atraso gracias a los que sufren de poliorquidismo. Sin embargo, de entre las tinieblas de la anomalía surge el eco del “no te rindas, por favor no cedas” de Mario Benedetti. La gente decente, sensata y prospera es mayoría y aspira a más. Ellos representan una sustanciosa reserva espiritual. Una superior y perseverante. 


Y es que “el hombre superior es el que siempre es fiel a la esperanza…” pues “no perseverar es de cobardes” dixit Euripides. Las mayorías que anhelan un renacer y una calidad de vida signada por la decencia y el progreso invocan a la esperanza y están dispuestas a perseverar en el intento de reconstruir el presente y asegurar un futuro en el que lo digno, lo decente y lo culto prevalezca. 


Freud no pudo develar el misterio de las anguilas pero hizo un aporte fundamental a la humanidad en cuanto al descubrimiento de la vida psíquica inconsciente. Quizás la frustración en cuanto al enigma testicular de las anguilas le hizo comprender que para corregir, crecer y prosperar no hace falta nadar hasta el Mar de los Sargazos. Basta conque brote lo que siempre ha estado allí: esperanza y perseverancia. 


2 comentarios:

  1. Excelentes publicaciones....!!! Lecturas refrescantes, recién sacadas del corazón.....
    Recomendadas para leer a la sombra de un atardecer, con la compañía de un buen macciatto.....
    Éxitos..!!👍

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  2. Gracias Óscar! Y gracias por tus consejos. Afectuoso abrazo.

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