En la música, una pausa es un intervalo donde se deja de interpretar. En la lingüística una interrupción de la fonación. Pero la pausa es más que todo ello. En el campo del liderazgo, más que una interrupción, la pausa es un desahogo. Es un momento crucial que coadyuva a la gestión de las emociones y a la creatividad. Una llave que abre el candado de las reflexiones e incluso las puertas hacia la introspección. La pausa corta de raíz el frenesí y abre camino a las nuevas perspectivas. En su sosiego invita a la evaluación y brinda la oportunidad a nuevos rumbos.
Como artilugio para el liderazgo, la pausa se compromete con el poder del silencio. Es deber del líder comprenderlo pues dominar el silencio va más allá del simple mutismo. Es entender que esa mudez ingeniosa es aparejo comunicativo que permite llamar a la concentración, motivar a la ponderación y favorecer la captación e importancia del mensaje. El silencio enfatiza la seriedad y subraya un gesto de circunspecto liderazgo.
La pausa no debe ser confundida con ralentizaciones. Al contrario, sirve a la claridad y al propósito. Es un paso atrás que luego torna en impulso. Una levitación que nos eleva por encima del árbol y nos permite observar el bosque. Que otorga los tiempos que engendran visión. Por todo ello, la pausa es una herramienta para el líder. Es instrumento que contribuye a la elección de las palabras adecuadas, a la selección de los plazos acordes y a lidiar con la inmediatez que nace de la premura ciega.
En concordancia con lo expresado ha de enfatizarse que la pausa no se limita a propósitos discursivos. Su empleo alcanza los niveles de la apreciación y de la ejecución estratégica. Alimenta a los procesos de planificación en su devenir de decisiones y posterior puesta en practica. Su empleo inteligente puede ser crucial al momento de marcar ritmos en la evolución de los acontecimientos y su impacto puede ser concluyente en los resultados.
La historia universal es prolija en ejemplos de la relación entre el liderazgo y la pausa. A titulo ilustrativo bastan dos casos emblemáticos en el uso de la pausa estratégica. Y no solo durante el discurso sino en el manejo de las ocasiones vinculadas con el desarrollo del hecho histórico. Winston Churchill y Charles De Gaulle.
Ambos, figuras notables del siglo XX, fueron estadistas, lideres y oradores excepcionales. Compartieron el mismo sentimiento de férrea oposición al nazismo y lo combatieron hasta vencerlo. Los dos coincidían en la prospectiva de una Europa unida que pudiera dar cara a cualquier amenaza futura. Pero con todo y ello poseían marcadas diferencias producto de la disyuntiva entre el pragmatismo y el nacionalismo que se generaba como consecuencia de las exigencias de la guerra. Situación que decantó en una tensa relación que en ocasiones se tornó agria.
Pero a los efectos de lo que nos ocupa tanto Churchill como De Gaulle, y salvaguardando las diferencias entre los estilos y las idiosincracias, empleaban en su oratoria pausas estratégicas para dar énfasis, crear un ambiente de expectación, sembrar emotividad y establecer una conexión profunda con sus naciones. Hablaban con autoridad y sin ambigüedades. Todo ello mientras cuidaban el ritmo de sus palabras a fin de evitar la pesadez y mantener el interés. Aparte, se adornaban con gestos que completaban una alocución portentosa y por demás memorable.
En materia de accionar político, y sin dejar de lado las relativas posiciones de poder de ambos personajes, los dos hacían uso de la pausa estratégica como un artilugio para ganar tiempo y movilizar recursos tanto en el campo de la política interna como en la diplomática y la estrictamente militar. Ese sosiego, que no distracción, también permitía trabajar en la moral de la población y fomentar, por intermedio de la comunicación inspiradora y esperanzadora, la union nacional.
El empleo de la pausa estratégica como instrumento de desaceleración es perfectamente extrapolable a casos menos grandilocuentes pero para nada menos importantes. No necesitamos ser Churchill o De Gaulle. Solo aprender de sus ejemplos. Un líder, a cualquier nivel debe, por definición, dirigir, influenciar y motivar. Y en ese afán, la pausa estratégica puede ser piedra angular de un liderazgo que se aprecie como integro y eficiente.
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